El apóstol Pablo, en Fil 4:4, de manera repetitiva les da a los hermanos de Filipo, el siguiente mandato:
«Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!».
La palabra «regocijo» procede del idioma griego: «Xairete», se refiere al estado de alegría y satisfacción que se produce en la vida interior de una persona tras haber logrado una victoria o por haber alcanzado el éxito en algún proyecto o carrera.
Para nosotros como cristianos, el mayor logro que hemos alcanzado, el mayor premio que hemos obtenido, es haber recibido a Cristo como salvador personal de nuestras vidas.
Tener a Cristo morando en el interior de nuestras vidas debe producirnos el mayor gozo, la más grande satisfacción y la más sublime felicidad de nuestra morada terrenal.
El fuego de ese maravilloso estado anímico, ardiendo en la interioridad de nuestras vidas, no debe ser apagado por ninguna circunstancia negativa que pudiera estar rodeando nuestra existencia.
Así que, hermanos y hermanas, por encima de cualquier problema o dificultad que pudiéramos estar atravesando, obedezcamos la orden paulina, de:
«Regocijaos en el Señor siempre. otra vez digo: Regocijaos»