Pasada la resaca electoral, con las habituales lamentaciones de los vencidos, el país vuelve poco a poco a la normalidad, con las persistentes situaciones económicas que de gobierno en gobierno requieren abordaje inmediato, al margen de los ya endebles vientos políticos de los resultados comiciales.
Puesto que todo giraba en promoción de partidos y candidatos, pasó sin pena ni gloria el informe del Banco Mundial en el cual recoge la realidad de la agricultura en la zona del Caribe, en referencia a su vulnerabilidad ante los cambios atmosféricos, desastres naturales y las fluctuaciones constantes en los precios.
Esas fluctuaciones por lo general afectan a los agricultores de los países pobres, porque la globalización impone la importación de productos comestibles más baratos, resultado de los grandes subsidios estatales que los países ricos otorgan a sus agricultores, mientras en las naciones neo colonizadas la actividad agrícola se estanca o languidece por la competencia desleal y desatención estatal.
Mientras celebrábamos orondos al sobrepasar los 10 millones de turistas, nadie expresó la necesidad de apoyar al máximo a los agricultores dominicanos, porque esos 10 millones de visitantes implican una demanda adicional en el mercado nacional agropecuario que debe también abastecer a la población local.
Dice el Banco Mundial, que urge acudir en ayuda de los pequeños y medianos agricultores dominicanos que son cerca del 75% pero solo ocupan el 30% de las tierras agrícolas, para evitar una grave crisis alimentaria en los próximos años, que puede empeorarse con impredecibles tormentas, terremotos, deslizamientos, sequías e inundaciones.
Ya estamos advertidos, presidente Abinader.