La presión económica aunado al deseo de reconocimiento de muchos jóvenes dominicanos que aspiran a ser estrellas en las Grandes Ligas, les hace confiarse de algunos entrenadores en la tarea de evadir el espinoso sendero hacia el éxito deportivo, a sabiendas de que ese logro vendrá acompañado de sumas grandiosas de dinero que les abrirán las puertas al mundo de los ricos y famosos.
Quizás , añorando ese sueño inconcluso de fama y fortuna expiró el joven prospecto Ismael Ureña Pérez, de apenas 14 años, quien falleció en un centro médico luego de ser inyectado con sustancias químicas de uso en caballos para mejorarle el rendimiento, alegadamente en la «Yordi Cabrera Baseball Academy» , en el municipio de San Luis de la capital dominicana.
Para empeorar la tragedia de esa familia, dos hermanos de Ureña Pérez que también eran alumnos en la misma academia, confirmaron el uso de la misma sustancia, con secuelas de alteración en la vista, desorientación, taquicardia, entre otros males físicos que continuarán evolucionando al paso del tiempo entre los hermanos sobrevivientes.
Las querellas, los lamentos y medidas de coerción contra el expelotero Yordi Cabrera ,director de la cuestionada «academia» no traerán a Ismael Ureña de vuelta a la vida, pero este pesaroso evento constituye un llamado desesperado al gobierno para que actué contra el uso de sustancias ilícitas en el deporte, que tanto daño está produciendo en nuestros atletas .
El uso de fármacos ilegales para aumentar el desempeño deportivo especialmente en el beisbol aumenta, mientras nada que se hace para contrarrestar esa práctica, por eso las agencias antidopajes extranjeras desconfían de los deportistas nacionales. En el 2023, de los 16 jugadores de grandes ligas suspendidos por dopaje, 8 eran dominicanos ,5 venezolanos,2 de Estados Unidos y 1 de Saint Thomas. Esas cifras son un ejemplo que demandan una acción del gobierno, pero ya.