La Organización Panamericana de la Salud, (OPS), y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), llueven sobre mojado al alertar a la sociedad sobre la epidemia de embarazos tempranos entre niñas y adolecentes dominicanas, como lo ratifican los más recientes estudios realizados por esas entidades.
Aunque las cifras de embarazos juveniles son bastante altas en la región, en nuestro país con cerca de dos millones de niñas y adolecentes entre los 10 y 19 años de edad (el 20% de la población total), con una tasa de fecundidad de 97 mujeres por cada 1000, en el rango de las edades de 15-19 años, nos ubican a la cabeza de la tasa regional.
Al advertir sobre esta situación que se agudiza con el tiempo, la UNICEF establece también en sus hallazgos, que el 32% de las niñas dominicanas asume uniones tempranas y el 20% ya ha tenido hijos antes de llegar a los 18 años de edad, con las consecuencias intrínsecas de una maternidad en condiciones desfavorables para la madre y el recién nacido.
El grave problema pensamos nosotros, es que las tendencias muestran a las niñas de mayor pobreza, menos educadas y con altos niveles de vulnerabilidades a ser las más propensas a embarazarse en edades tempranas, lo que nos lleva a demandar que el aletargado Plan Nacional de Prevención de Embarazos Adolescentes del Ministerio de Salud, comience a hacer su trabajo.
Con niñas pobres teniendo niños a destiempo se impactan sus posibilidades de acceder a escuelas y universidades para lograr una profesión o empleo que les permita ir rompiendo el círculo de miseria y explotación, pero además convierte a esas jóvenes madres y a sus vástagos en potenciales víctimas de abusos físicos, sexuales y sicológicos, por lo cual obliga al Estado elaborar estrategias contra esta otra epidemia que afecta en primer lugar, a mujeres excluidas, discriminadas y pobres.