Algunas décadas atrás, cuando las plataformas digitales todavía no se habían apoderado de la psiquis de la existencia en las sociedades, era muy difícil conocer casos en los que una madre ofrecía una hija menor de edad, como moneda de cambio, prostituyéndola hasta con los propios amantes de la madre.
Ahora, las redes sociales se han encargado de dar a conocer detalles terroríficos en los que la señora Martha Vanessa Chevalier Almonte, residente en Puerto Plata, que según declaraciones de su propia hija, utilizaba a la menor para obtener dinero, en este caso del pelotero de grandes ligas Wander Franco, con quien la adolescente sostuvo una relación sentimental.
La exposición pública de esa situación evidencia graves transgresiones legales de Wander Franco y de la señora Chevalier, que van desde la asociación de malhechores, lavado de activos, abuso infantil, explotación sexual, entre otras tipificaciones jurídicas que ya descarrilaron la promisoria carrera del beisbolista y pueden llevarle a prisión.
Muchos padres y madres deben verse en el espejo de Martha Chevalier, para analizar hasta donde llega la presente degradación moral y como lo que se obtuvo por transacciones espurias, prostituyendo a su hija a pesar de la renuencia de la menor, se pierde y genera por otro lado, tanta repulsa en las personas conscientes.
Pero también muchos hombres, exitosos o no, pueden verse en el espejo de Wander Franco, «que se arriesgó y le encantó» durante 4 meses relacionarse con una menor, para vivir luego una pesadilla que apenas empieza y que le perseguirá el resto de su vida, como una mancha indeleble, a pesar de cuanto haga para redimirse e intentar borrar ese costoso error.
Todos debemos mirarnos en el espejo de Wander Franco.