La contribución de los dominicanos residentes en el extranjero a la maltrecha economía del país, evidencia su relevancia , cuando a pesar de la circunstancia global de emergencia sanitaria que mantiene doblegada a muchas naciones y en nuestro caso empeora, mostró un incremento en las remesas de 25.17% con respecto al mismo mes del año pasado, según reportes del Banco Central.
El ingreso de casi $750 millones de dólares en el mes de junio proporciona bocanadas de un oxígeno imprescindible para continuar resistiendo los embates de una vigorosa pandemia, pero describe también a una comunidad quisqueyana en el exterior, mostrando firme solidaridad con los compatriotas en la media isla.
Los envíos de remesas, ropas y comida de la diáspora dominicana de Estados Unidos y Europa en donde el coronavirus prosigue golpeando incesantemente la población, implican un esfuerzo loable, pues cientos de miles no tienen empleos, resultaron enfermos, han perdido familiares o están atravesando grandes dificultades en esos países.
Traemos el tema a colación, porque al acercarse la instalación de un nuevo gobierno, entendemos perentorio un cambio en la aproximación de las autoridades a la problemática que desde siempre ha considerado a los dominicanos en el exterior como simples proveedores, sin ofrecerle ningún aliciente ni estímulo recíproco a esa colectividad.
Dada la contracción en más de 5.3% del Producto Bruto Interno (PBI) dominicano prevista por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), por el agravamiento de la pandemia en el territorio nacional, entendemos que el momento requiere mayores sacrificios de la diáspora, pero también es justo que el Estado elabore programas destinados a facilitarle la existencia a los dominicanos en el exterior.