El impacto mediático de la convocatoria del movimiento «Antigua Orden Dominicana» hacia la comunidad de Friusa, provincia La Altagracia, en donde habitan miles de haitianos indocumentados, pero que resultaba difícil a las autoridades migratorias detener por los virulentos ataques a los que allegadamente se exponían, marcó un punto de inflexión en la gobernanza del presidente dominicano.
El éxito propagandístico de la actividad en Friusa (no hubo una masiva asistencia de personas) unificó a la oposición política en una alianza coyuntural de mansos y cimarrones para amplificar el malestar ciudadano y las acusaciones de negligencia gubernamental ante el desbordamiento en la presencia de haitianos con estado migratorio irregular.
La magnitud de la situación obligó el lunes al mandatario Luis Abinader a anunciar sorpresivamente 15 medidas de endurecimiento migratorio haciendo esfuerzos por responder a las exigencias de un pueblo para que se cumpla la ley migratoria, aunque en honor a la verdad, no fue Abinader quien después del terremoto de Haití, el 12 de enero de 2010, paralizó las deportaciones y peor aún, abrió la frontera de par en par a solicitud de organizaciones locales e internacionales.
Tampoco fue el gobierno de Abinader quien sucumbió a las presiones extranjeras para implementar un desastroso Plan de Regularización de Extranjeros, extendido varias veces para ofrecer documentos migratorios a miles de haitianos sin las condiciones mínimas estipuladas en la ley para legalizarse, según las evidencias encontradas en investigaciones posteriores.
Pero es Abinader y el Partido Revolucionario Moderno (PRM), quienes ocupan el poder hoy, mientras los partidos y políticos que ayer gobernaban permitiendo el caos de la inmigración haitiana ahora se presentan como los abanderados de la patria, con declaraciones oportunistas de respaldo a la nueva convocatoria de la Antigua Orden dominicana para congregarse frente al Palacio Nacional el 24 de abril.
El tema migratorio mantiene al gobierno entre la espalda y la pared, forzándole a tomar acciones rápidas y puntuales para sortear una tormenta que puede írsele de las manos.