El continuo ascenso en las cifras de personas muertas e intoxicadas por consumir bebidas alcohólicas adulteradas representa otro frente abierto en materia de salud, que dispersan y distraen los esfuerzos desplegados en aras de administrar la crisis del coronavirus.
Existe al parecer una interrelación entre las medidas de distanciamiento social y el toque de queda establecidos contra el covid-19 y la ingesta de bebidas alcohólicas en segmentos poblacionales, y si bien en términos mediáticos con respecto a esos casos sólo se divulgan las intoxicaciones y muertes ocurridas a causa del clerén, en nuestra opinión, existe un problema más amplio y complejo.
Los notorios titulares que destacan las casi 300 personas hospitalizadas y los centenares de decesos producto del consumo de bebida ilegal fabricadas artesanalmente, sin cumplir con los mínimos requerimientos de calidad, también deberían motivar estudios que analicen los niveles de consumo de bebidas legalmente adquiridas, su impacto en la salud y en la escalada de violencia intrafamiliar.
En una coyuntura donde las personas no tienen otra salida que encerrarse en sus casas preocupadas por el curso de la pandemia, la incertidumbre en el mantenimiento de sus empleos, con grandes precariedades económicas, mientras las deudas y gastos se multiplican, evidentemente que pueden generase escenarios domésticos explosivos, cargados de mucha agresividad.
Sumemos a lo anterior, que en la República Dominicana a diferencia de otros países, pueden obtenerse bebidas alcohólicas en los mismos lugares que venden productos alimenticios, lo que facilita la adquisición y el consumo, con consecuencias nefastas en algunos episodios de violencia doméstica.
Ojalá el Ministerio de Salud, aborde esta inquietud de Enlace Digital y diseñe líneas de acción para contener esta otra crisis en evolución.