Estos tiempos navideños no encuentran al país en la mejor de las situaciones, particularmente en cuanto al nivel de vida de los más vulnerables y empobrecidos de los ciudadanos en esta media isla, esa es una verdad de perogrullo.
También es cierto que la delincuencia esta fuera de control, que tenemos inmigración indocumentada haitiana que campea por sus fueros, que los precios en los productos de primera necesidad se encarecen como por arte de magia, que las facturas eléctricas elevan el costo mensual como el pan y los peces milagrosamente multiplicados por Jesús.
Sí, es cierto, que los pobres no pueden asistir clínicas privadas y tampoco buscar soluciones a sus quebrantos de salud en los hospitales públicos, pues esos espacios están sumidos en las carencias y limitaciones de médicos, equipos y medicamentos.
Sí, es innegable que intentar conducir un vehículo en estas carreteras y calles de dios, es un esfuerzo tortuoso por mantener la sanidad mental y llegar al destino previsto en una sola pieza, aún con los nervios deshechos y la paciencia puesta a prueba infinidades de veces en un solo día.
En fin, sería un ejercicio interminable el mencionar las cosas que nos preocupan y constituyen una pesada carga que llevamos cuesta arriba sobre nuestras espaldas.
Pero los dominicanos poseemos una fe y perseverancia inquebrantable, y soñamos alcanzar el sueño de un país justo, digno y progresista, porque la verdadera riqueza de nuestro pueblo está en su corazón humilde, en su vocación pacífica, en la calidez de su sonrisa franca y en la eterna disposición solidaria.
Levantando esas cualidades, vamos de las manos, celebrando estas navidades con el objetivo de ser cada vez mejores seres humanos, siempre sosteniendo firme la bandera de la paz y el amor.
Feliz Navidad.



