La frase del expresidente de México y Benemérito de las Américas, Benito Juárez expresando que:» Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”, no encuentra en nuestro país la receptividad esperada cuando se trata del ruido desmedido en algunos sectores.
Sicólogos y sociólogos parecen coincidir en el punto de que la excesiva estridencia con las que muchos compatriotas escuchan música en bares, colmadones, casas y vehículos, es parte de la cultura de respuesta a la presión socio económica, un escape a la rutina diaria, o en otros casos, buscando llamar la atención.
Pero esa costumbre desbordada de unos pocos afecta el derecho de la mayoría de los habitantes en zonas populares que aspiran a tener en sus hogares un espacio de tranquilidad y sosiego después de agotadoras horas de taponamiento en las calles, estudio o trabajo, sufren enfermedades, muerte de un ser querido o hasta madres con infantes ansiosos de conciliar el sueño.
El «derecho al entretenimiento”, con altoparlantes, bocinas, vehículos sin silenciadores, entre otras lindezas que reclaman colmadones, bares y «musicológos» para justificar los bulliciosos «kitipós» y la contaminación sónica, choca con La leyes de Ruidos 287-04, de Salud 42-01 (artículo 59), Medio Ambiente 64-00 (artículos 114 y 115) y la Ley 90-19,que protegen el derecho de quienes desean reposo y sosiego en hogares, escuelas, Centros Médicos, iglesias y lugares de trabajo.
Muchos de esos amantes del bullicio y el desorden, son los primeros en acatar las leyes cuando visitan otros países en donde la contaminación acústica está prohibida, pero , aquí viven protestando cuando Interior y Policía realiza operativos contra el ruido. No se pide que dejen de escuchar música, sino que lo hagan en los niveles, lugares y horarios permitidos, porque, «Entre las naciones como entre los individuos, el respeto al derecho ajeno es la paz».