Con la perspectiva de la onceava Misión Internacional desplegada en las últimas tres décadas en Haití, que ahora será encabezada por la República africana de Kenia, toca analizar las posibilidades de que esta nueva movida de las Organización de Naciones Unidas (ONU), pueda lograr la pacificación de esa atribulada nación.
Al liderar la Misión y disponer de unos mil policías, Kenia y las fuerzas multinacionales organizadas al efecto buscarán estabilizar el desbarajuste pueblo haitiano, en donde los grupos delincuenciales han mantenido en jaque a los 11 millones de habitantes de esa media isla y no cederán sus espacios de control y dominio sin resistencia.
Las bandas haitianas son violentas, cuentan con miles de miembros bien armados entre los cuales se cuentan policías activos y retirados, con amplias redes de informantes, y obtienen enormes recursos de los secuestros, narcotráfico, sobornos, contrabando, trata de personas, entre otras actividades delictivas que no cesarán.
Las tropas kenianas no tienen experiencia en las extremas complejidades que presenta el escenario haitiano, ni poseen la capacidad ni la logística necesaria para combatir con eficacia a las pandillas haitianas, por lo que pronosticamos muchas bajas en ambos bandos y enfrentamientos en los términos de una guerra de baja intensidad, con un nuevo fracaso de la ONU.
La profundización del deterioro existencial de los haitianos con esta Misión focalizada en seguridad y no en resolver la extrema miseria, originará presiones migratorias hacia otros países y a los dominicanos nos tocará la peor parte, porque masas de haitianos intentarán cruzar la frontera, sobrecargando aún más los servicios médicos y educativos, influyendo en el desempleo y en el incremento de la criminalidad en el lado de la patria de Duarte, Sánchez, Mella y Luperón.
