Aprovechando que durante el asueto de Semana Santa los dominicanos se embarcan en la febril tarea de entretenimiento y ocio, olvidando casi por completo las motivaciones de esa celebración religiosa, los haitianos pusieron en operación el desvío del río Dajabón (insistimos, los dominicanos no debemos llamar a ese río masacre), para desviar el cauce de ese afluente.
Al hacerlo, los haitianos ganan una batalla a los dominicanos, puesto que no valieron ningunas de las medidas diplomáticas, económicas, de reclamos al cumplimiento de acuerdos previos y de aparataje sicológico con la movilización militar para logar que los ideólogos de ese proyecto cancelaran la construcción del canal.
Frente al hecho consumado, el gobierno dominicano puso en funcionamiento el sistema de bombeo de agua que alimenta el canal La Vigía, para mitigar (no resolver), el enorme daño a la producción agropecuaria, la laguna saladilla, los manglares de manzanillo y al sector pesquero cuya labor se desarrolla en la desembocadura del río en el Océano Atlántico.
Como es lógico, durante el funcionamiento de las bombas instaladas por el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INDRHI) en la parte superior al canal del lado haitiano, el caudal del río Dajabón disminuye considerablemente la entrada de agua al canal construido en el territorio haitiano, que en este caso pierden una batalla, pero el bombeo no puede hacerse 24 horas seguidas por mucho tiempo y la operación de las bombas tiene un alto costo en combustible.
Sin opciones viables y su canal casi seco, los haitianos ahora intentarán «negociar» otro acuerdo con el gobierno dominicano buscando obtener agua para su canal, pero llamamos la atención sobre no caer en esa trampa y acelerar la construcción de la presa Don Miguel, como una garantía de que los habitantes fronterizos dominicanos tendrán acceso permanente al preciado liquido.
