Lo que siente en lo más profundo de su ser, todo creyente, que con reverencia solemne comienza a leer la sacrosanta Palabra de Dios, es una prueba suficiente para entender que no se trata de un libro cualquiera. Pero además, los testimonios contundentes de personas no creyentes representantes de los diferentes medios y niveles sociales y culturales sobre las bendiciones que han recibido en sus vidas por haber leído ese santo libro, es otra prueba fehaciente de que ese texto sagrado es el medio que Dios usó para poner su Palabra escrita al alcance de toda la humanidad.
Por inspiración directa de su Espíritu Santo, Dios escogió a cuarenta escritores sagrados, a quienes usó como instrumento para revelarnos en la Biblia su ser eterno, su naturaleza divina y su carácter santo. El divino Señor, a través de esos santos hombres dio a conocer su plan de salvación a la humanidad. Reveló además, de manera escrita su programa escatológico tanto para su iglesia como para con el mundo en la postrimería de los tiempos.
La Biblia es el libro que ha sido más perseguido por los enemigos de Dios y su pueblo; ha sido el más criticado por científicos escépticos; el más mal empleado por heréticos y erroristas; pero siempre el más amado, el más leído y el más reverenciado por los que aman a Dios en espíritu y en verdad. La Biblia es además, el libro que más bien le ha hecho a la humanidad.
Este libro ha vencido a todos sus enemigos; pero a su vez, ha bendecido a todos sus amigos. A través de los tiempos ha sobrevivido a todas las persecuciones que han venido en su contra. La Biblia en todos los tiempos ha sabido defenderse y probarse a sí misma ante quienes han tratado de poner en tela de juicio su origen y su autenticidad.
Ella ha sido: La maestra de consulta legal de todos los juristas prominentes de la tierra; la consejera preferida de los verdaderos sabios; la modeladora por excelencia de la conducta humana; la fuente de inspiración de poetas y cantores. La Biblia ha sido, es y será la que derrumba las barreras sociales y culturales de los pueblos, y hace que sus habitantes se amen como verdaderos hermanos. Este es el libro del amor, del perdón y de la reconciliación. Es el libro que viene de Dios, que habla de Dios, que enseña de Dios; es el único libro que muestra el camino que conduce hacia Dios.
Veamos a continuación varias de esas verdades infalibles que nos ponen en contacto directo con las realidades que acabamos de afirmar.
Antes que existiera la revelación escrita, Dios llegó a usar varias formas para revelársele. Lo hizo muchas veces a través de voz audible, de señales, de sueños y de visiones. A esta forma de revelación divina por parte de Dios al hombre, la escritora Alice E. Luce, le llamó “revelación inmediata”. Desde Adán hasta el inicio del ministerio de Moisés, fue esa la metodología de revelación empleada por Dios hacia sus criaturas humanas. Aunque con Moisés mismo se inicia la revelación escrita, sin embargo, fue Dios mismo quien inauguró esa importante manera de darse a conocer al hombre; leemos: “Y dio(Dios) a Moisés, cuando acabó de hablar con él en el Monte Sinaí, dos tablas del Testimonio, tablas de piedra escritas con el dedo de Dios” (Ex. 31:18).
En la Biblia, Dios se revela de manera escrita; esa forma “es más permanente, más amplia y más eficiente”
Ella misma proclama que su revelación es verdadera de Dios al hombre. En esa revelación el Espíritu Santo se encargó de inspirar a sus escritores y cuidar, no solamente para que estuviera completa la revelación divina, sino también, para que no se interpusiera en ella la voluntad humana y en la Palabra de Dios se encontraran errores algunos. El Espíritu de Dios en todo momento reveló, preservó y monitoreó el proceso de revelación divina para que nos llegara completa y sin errores ningunos. Veamos lo que dice Pedro: “Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2Pedro 1:21)
Con los libros del Nuevo Testamento, se dio por terminado el programa de revelación escrita por parte de Dios al hombre; y si bien es cierto que hoy por hoy, Dios puede hablar o revelar su voluntad específica o un plan particular a una sierva o a un siervo suyo (como bien ha sucedido en santísimas ocasiones), también es muy cierto que toda revelación (sea a través de sueños, de señales o de visiones, vengan por donde venga), tiene que estar sujeta al plan general de Dios revelado en las Sagradas Escrituras. Es decir, ningún sueño, visión, revelación o profecía que contradiga a la Biblia, debe ser recibido como de parte de Dios.
Por ser la Biblia lo que es, vale la pena leerla, creerla, vivirla, enseñarla y predicarla como la única regla de fe y conducta que contiene los únicos principios, valores y verdades absolutas y la única que muestra el verdadero y único camino que conduce al cielo.
Nota: Este tema es la introducción del libro: “La Biblia es la Palabra de Dios, Pruebas Indubitables”, del Rev. Silverio Manuel Bello Valenzuela, autor de este artículo.