La gestión gubernamental de presidente Luís Abinader actúa denondamente para buscarle salidas a muchas demandas insatisfechas de ciudadanos que optaron por motorizar un cambio de mando en los destinos del país, y ese ritmo vertiginoso de trabajo le mantiene con un alto índice de aprobación en las mediciones publicadas en estos días.
Es una batalla a contra reloj para intentar relanzar una economía semiparalizada a causa de la pandemia, incapaz de producir los ingresos que sustenten los acuciantes compromisos heredado del anterior gobierno, mientras que adicionalmente se acumulan nuevos problemas originados por factores externos.
El alza internacional de las materias primas, los alimentos, los fletes marítimos y el incremento en los precios del petróleo, en el mercado internacional, ponen presiones extras a una situación ya bastante complicada, lo cual viene reflejándose en un aumento constante en la canasta familiar, con la inestabilidad sociopolítica asociada a esa realidad.
Las perspectivas internacionales en los próximos meses no son halagadoras, por tanto, la estrategia urgente a seguir en esta coyuntura, es volver la vista al campo, volcando esfuerzos y recursos estatales a la siembra intensa de productos agrícolas de ciclo cortos, en combinación con apoyo a la ganadería y la avicultura para garantizar el abastecimiento alimenticio.
No es solución declarar que el pan, los huevos, la carne de cerdo, los plátanos, las papas, los vegetales y una lista extensa de otros productos encarecidos serán distribuidos por el Instituto Nacional de Estabilización de Precios (INESPRE) porque esa entidad cubre una ínfima parte de la demanda alimenticia del país, y por ende constituye solo un eslabón en la solución de la problemática, que no disminuirá el descontento en ciernes, es necesario concentrar una masiva inversión en el campo desde ya.